top of page

Kia Ora Bro

 

Aotearoa, mejor conocida como Nueva Zelanda, la tierra de la larga nube blanca, tierra de Maoríes, montaña, kiwis, playas, rugby, volcanes y terremotos, bosques, aventura…y un largo etcétera de maravillas varias. Ésta hermosa tierra que me ha tenido atrapado, con mucho gusto, durante un año de mi largo viaje desde que en diciembre 2011 decidí aventurarme por éstos lares.

Sus gentes, maoríes que apasionan con su manera fascinante de contar historias, personas de gran corazón y también gran corpulencia, provenientes de una rica cultura llena de tradiciones y valores arraigados a la tierra y a la naturaleza que les rodea, conviviendo con ella en harmonía, respetándola y utilizándola en la medida necesaria para la supervivencia. Lamentablemente, hoy en día los valores maorís han ido perdiendo importancia, y el idioma es hablado por un porcentaje muy pequeño. Aun así, la cultura maorí se encuentra en proceso de recuperación, tanto en la escuela como en la sociedad, pero requiere la implicación de gran parte de la población maorí, y es una pena a veces ver como no todos están por la labor.

Sus montañas, representadas principalmente por los Alpes del Sur, no muy altas pero tremendamente engañosas, pues por su situación geográfica en el globo, la dificultad técnica de muchas de ellas es equiparable a cualquier montaña del Himalaya. Como por ejemplo su máximo exponente el Mt Cook, o Aoraki en su nombre Maorí, que con sus 3754m de altitud no tiene nada que envidiar al Mt Everest. Para Sir Edmund Hillary, neozelandés de nacimiento, seguramente escalar el Everest con Tensing Norgay fue un aperitivo comparado con la escalada al Mt Cook. Para los menos experimentados, infinidad de terreno por explorar y lanzarse a la aventura montañera por días, semanas o meses, lo que a uno le apetezca.

Su playa. Relajante, tranquila y deslumbrante en verano, pero feroz, inquieta y salvaje en invierno, con sus tormentosos colores y aguas embravecidas que la decoran con un color especial, y que le invitan a uno simplemente a contemplar y fotografiar todo su encanto, embuchado en el chaquetón.


El rugby. Deporte de bárbaros jugado por caballeros. Desde los All Blacks hasta los Garrins de Vic (equipo local en el que solía jugar), pasión, respeto y valores. Como en cualquier parte del mundo en que se juegue al balón ovalado, un planeta una misma filosofía. Todo un placer ver jugar, todo un orgasmo vivirlo en tus propias carnes. La única diferencia en Nueva Zelanda es que el otro día recibí un pase desde el carrito de un bebé, y luego apareció una niña y me placó.

Sus bosques, de verde intenso y frondosos, con su preciosa abanderada “Silvern Fern”, brillante plata en su reverso, que los ancestros utilizaban como señal para marcar los caminos, al reflejarse con la luz de la luna. 


Aventura. Para todos los gustos, por tierra, mar y aire. Tanto para el viajero libertario al que le gusta adentrarse por su cuenta y descubrir, como para quien le gusta que le lleven de la mano. 


En fin, vengan y compruébenlo por su propia cuenta, Nueva Zelanda vale la pena. Y después de ésta pequeña introducción del país, ahora os cuento mi experiencia. Después de un año, os presento, mi Nueva Zelanda.

bottom of page