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Australia

Part 3

Bienvenidos al trópico / Welcome to the tropic

 

 

13 de febrero, aterrizo en Darwin, la ciudad más al norte de Australia. Nada más bajar del avión, golpe de calor y humedad para el cuerpo, mi piel comienza a rebosar líquido sin ni siquiera mover un dedo, y es que durante el vuelo hemos cruzado la línea del trópico de capricornio, bienvenidos.


Recojo mis bártulos y me dirijo a la ciudad, dónde he quedado con mi couchsurfer Kate. Me espera en el rocódromo de la ciudad, así que sin descanso alguno, a escalar, buen comienzo. Kate trabaja para el gobierno australiano en Darwin, en un programa llamado “Work on country”, que consiste en la conservación del medio ambiente promoviendo el empleo de aborígenes como guardas forestales, y de ésta manera ayudar en las comunidades indígenas. Concretamente ella trabaja ahora con comunidades de la tierra de Arhnem, al noreste del territorio del norte, y es una de las pocas tierras que no fueron expropiadas a los aborígenes por el gobierno. Pero sobre éste delicado asunto hablaré más tarde.


Mi primer día en Darwin es intenso, a pesar del calor húmedo, tengo que comenzar a planear mi aventura, y mi primera parada es en la embajada de Indonesia. Mi intención es extender el visado que me dan de un mes a la llegada, para no andarme con papeleo una vez en el país, pero el tipo me dice que no habrá problema para extenderlo otro mes, y que si quiero más, debo escribir una carta con las intenciones de mi viaje. Eso haré, pero a ver qué pasa de la teoría a la práctica.
Continúo mi paseo por Darwin, entre callejuelas y descampados. Sinceramente, la ciudad es horrible, y la gente parece no querer sonreír, es algo así como una ciudad fantasma. Camino observando el contraste entre riqueza y pobreza exagerado que existe en éste lugar, y como no, el rico es blanco y el pobre aborigen, misma historia diferente lugar. Y es que existe un gran número de vagabundos aborígenes en las calles de Darwin, y a nadie parece importarle. Incluso algunos blancos aún miran con desprecio, o con miedo diría yo, miedo a lo desconocido.


Voy en busca de tiendas de bicicletas. Encuentro unas cuántas tiendas, casi todas ellas con todo el material que necesito para mi viaje, pero los precios son tan exageradamente altos que me lo tengo que pensar seriamente el comprar en Australia. Volaré desde Darwin a Bali, y sé que ahí existen un par de tiendas con bicicletas supuestamente con buen material y mucho más barato. Supongo que correré el riesgo y esperaré a llegar a Bali para hacerme con el material, aunque tenga mis dudas, ya me las arreglaré.


A mi llegada a la casa de Kate, sorpresa, tenemos nuevos couchsurfers. Yuki, japonesa, viajera del mundo. Se dirige hacia Indonesia y su ruta la llevará hasta la India y el Himalaya. Thomas y Yoh, dos franceses amigos de siempre. Thomas, comediante de profesión, vive en París y ha venido a viajar con su amigo por unos meses, haciendo autostop alrededor de Australia. Yoh, auténtico viajero, uno de los míos, dejó Francia haciendo autostop hacia Europa del Este, cogió algún avión entre Asia central, y viajando por tierra y mar entre Malasia e Indonesia. Buenos consejos para mi siguiente destino, Indonesia. Disfrutamos de la primera cena todos juntos, pollo con couscous y más delicatesen, obra de nuestra anfitriona, y acabamos la noche disfrutando de música en directo a manos de Yoh a la guitarra y Yuki a la percusión, genial. Me comprometo a aprender a tocar la harmónica, dicho y hecho, Yuki me escuchó y me regaló su vieja harmónica, gracias, ahora ya no tengo escusa.


A los pocos días, Yuki, Kate y yo nos vamos de excursión al Parque Nacional de Litchfield, a unos 100km al sur de Darwin, y allí nos encontramos de nuevo con los franceses. Al salir de la ciudad, uno se da cuenta en seguida del vasto territorio australiano, con su arenisca tierra roja como quemada por el sol, su vegetación verde tropical alimentada por las densas aguas caídas del cielo en época húmeda, y su colorido y activo cielo moviéndose con rapidez, ofreciendo sol y nubes por segundos, rugiendo y lampeando, y mostrándose con todo su potencial ante la tierra que pisamos. La carretera dibuja una línea recta, curvea por momentos, hasta llegar al parque. Menudo día de relax que nos espera. Pasamos la mañana en una serie de pequeñas cascadas escalonadas que han formado con el tiempo piscinas donde poder bañarse y relajarse. Generalmente no hay peligro de cocodrilos, pero de vez en cuando en la época húmeda, es decir ahora, los arroyos se llenan de agua y conectan con los grandes ríos, permitiendo así a los cocodrilos subir arroyo arriba. Pero no se preocupen, que los guardas del parque escanean las aguas cada día, y hoy estamos seguros. Por la tarde nos movemos un par de kilómetros a las cascadas Florence, de unos 20m de altura, creando un salto de agua a una laguna interior perfecta para nadar, saltar desde lo alto, e incluso practicar un poco de escalada estilo psicobloc en sus verticales paredes.


En casa de Kate los días pasan entretenidos, entre hamacas y piscina, música y películas. Estoy tan a gusto y nos llevamos tan bien que al final me quedo dos semanas en la casa, hasta que ella debe marchar por trabajo al sur de Australia a pelearse con la oficina central de su departamento, por lo tanto me toca buscar otro couchsurfer donde quedarme mis últimos 5 días en Australia. Aparezco en casa de Kimika, una chica nacida en Tasmania viajera del mundo, de madre japonesa y padre austríaco, derrochadora de energía positiva allá donde ponga sus pies, y pasionaria de la vida. Trabaja en una ONG, en un programa para mejorar la comunicación entre las familias de las comunidades aborígenes del territorio Arnhem. Los mejores días de mi tiempo en Australia, sin duda, aquí. Paseos bajo la lluvia tropical, atardeceres en el dique, dúo musical a ritmo de guitarra y harmónica, horas de piscina hasta arrugados como pasas, y mucho más, hasta llegar al colofón del día final. Cuatro de la mañana en pie, preparados para navegar y pescar en el río más infestado de cocodrilos del mundo, “Shady Camp river”. Jason, Max, Kimika y yo, allá vamos, será un día intenso. Los cocodrilos se esconden bajo las aguas por el calor de la época húmeda tropical, pero conseguimos ver uno en la orilla, y unos cuántos asomar la cabeza. Después de horas en el río, volvemos hacia el embarcadero a toda velocidad bajo la lluvia torrencial. Estamos empapados, pero no importa, esto es vida. En el momento de sacar la barca del agua para montarla en el remolque, nos toca meternos en el agua hasta la altura de la cintura por unos minutos, con sonrisa nerviosa y tensión en el ambiente, pues no hace mucha gracia sabiendo que hay cocodrilos alrededor. Una vez sanos y salvos en la orilla, divisamos la cabeza de un cocodrilo a unos 20m del lugar dónde estábamos, demasiado tarde amigo! Jaribus y Wallabies son otros de los animales que también nos acompañan durante el día. Regresamos hacia Darwin al estilo niños pequeños destrozados en el asiento trasero, pero el día no acaba aquí. Al llegar nos espera un rodeo en moto en plan “Ángeles del infierno” por los alrededores de Darwin, apretando el acelerador y cantándole al viento fresco nuestro sentimiento de alegría. ¡Menudo día! te veo pronto Kimika.


Al día siguiente, cojo vuelo para Singapur, y cinco días después hacia Bali, ya que el vuelo directo al final me salía muy caro. En Singapur me espera otro couchsurfer para acogerme durante 5 días. Los días pasan rápidos, y sin darme cuenta ya estoy embarcando hacia Bali, Indonesia. Si todo va bajo lo más o menos previsto, éste será el último avión que coja en mucho tiempo.

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